Juan de Dios Navarro inaugura la muestra que recoge las investigaciones realizadas entre 2007 y 2021 gracias a la colaboración entre la Diputación y el Ayuntamiento de Pedreguer
El Museo Arqueológico de Alicante ha inaugurado esta mañana una exposición que recoge las investigaciones llevadas a cabo en la Cova del Randero de Pedreguer. ‘Rituales de pastores’ mostrará durante unos meses en el hall del museo los resultados de las excavaciones que confirmaron el primer hallazgo de canibalismo ritual del Levante Peninsular en el contexto del Neolítico.
El diputado de Cultura, Juan de Dios Navarro, ha presentado la nueva propuesta junto al alcalde de Pedreguer, Sergi Ferrús, así como la directora regional de Alicante-Centro de Banco Sabadell, Ana Ponsoda, el director del MARQ, Manuel Olcina, el director gerente de la Fundación CV MARQ, Josep Albert Cortés, y los comisarios de la exposición, Consuelo Roca de Togores y Jorge A. Soler, director del MUBAG.
Navarro ha agradecido el trabajo y la investigación del equipo de expertos, voluntarios y profesionales que han colaborado durante más de una década de excavaciones, entre 2007 y 2021, en el marco del Proyecto de Excavación Arqueológica de la Cova del Randero, impulsado por la Diputación de Alicante en estrecha colaboración con el Ayuntamiento de Pedreguer. La muestra incluye un conjunto de puntas de flecha, un cráneo utilizado como reliquia, una vasija y restos de la mandíbula de un niño que evidencian el primer hallazgo de canibalismo ritual del Neolítico en la zona del levante.
Estos avances han convertido el enclave en uno de los yacimientos más relevantes del Este de la Península Ibérica para abordar la habitación en cueva del Neolítico Medio (entre el 4500 y el 4000 a.C.), así como la vertiente funeraria del Neolítico Final-Calcolítico (entre el 3500 y el 2700 a.C.), permitiendo reconstruir el modo de vida de grupos humanos que practicaban una economía de producción, cultivaban cereales y cuidaban rebaños.

Como han explicado los comisarios, se distinguen dos fases. Por un lado el Neolítico Medio, cuando el yacimiento se utilizó como refugio por pequeños grupos de pastores para resguardar su ganado adaptando los espacios de la cueva a sus necesidades, separando al ganado: la zona más externa para los adultos y la galería central para las hembras preñadas y recién nacidos, garantizando la reproducción y la producción de leche, mientras que el área más interna servía para el descanso de los pastores y para procesar la carne de los animales. En ese ámbito interno se halló una fosa con un gran recipiente cerámico que servía para cocinar, perfumar el ambiente calentando plantas aromáticas, y actuar como depósito de fuego para iluminación.
En el marco de la segunda fase, en el Neolítico Final-Calcolítico, se han documentado restos óseos humanos que confirman el uso del lugar como espacio de enterramiento. Uno de los hallazgos más destacados es el cráneo completo de un varón de entre 35 y 45 años, localizado en la galería más interna de la cueva. Se encontró aislado, en una disposición inusual, protegido por piedras, y su datación (3400 a.C.) lo sitúa aproximadamente cuatro siglos antes que el resto de los enterramientos. La identificación de elementos de cierre en dos ámbitos internos de la cueva permitió una excepcional conservación de objetos vinculados al adorno de los difuntos y al ajuar que acompañaba los rituales funerarios. Entre ellos se incluyen cuentas de collar, colgantes, hachas, azuelas, cuchillos de sílex, vasos cerámicos, y un excelente conjunto de 17 puntas de flecha de sílex.
Por último, y relacionados con el uso ganadero del Neolítico Medio se hallaron los restos óseos de dos niños, uno de aproximadamente 7-8 años y otro recién nacido. Su estudio reveló diversas marcas en la superficie de los huesos, como cortes realizados con útiles de sílex, fracturas para la extracción de la médula y mordeduras humanas. Estas señales evidencian un tratamiento particular de los cuerpos tras la muerte, sugiriendo la práctica del canibalismo como un rito funerario vinculado al duelo. Este acto podría haber sido una forma de expresar un gesto afectuoso, un reconocimiento de la conexión con un ser querido o cercano, cuyo lazo se deseaba preservar.